I’ve wanted
to write about travelling and homes for a while now.
I come from
a very small island where everybody knows everyone. Surrounded by sea, visible
from pretty much any spot in the island; a large horizon of water - a prison or
a promise. If you want to leave, you have to take a boat or a plane. There are
no trains, because the place is so small. However, a drive to the south of the
island seems like a life-time for those who have never left and have nothing
else to compare it with.
I consider
myself very lucky to have visited so many places in my 19 years of life. I have
traveled across Europe and I clearly remember the excitement of leaving the
continent for the first time, when I visited India all those years ago. I am
really grateful for this opportunity- that of having a taste of new cultures
and ways of life. By encountering the differences, I’ve learnt to appreciate my
own far more. And it has also helped me put things in perspective. Driving to
the south of the island is now a stroll compared to driving through France.
Taking the boat to the neighbouring island is nothing compared to having to
catch connecting flights or trains to get to your destination- hours of travel.
Distance becomes relative.
I have now
lived abroad for two years. Soon I will move to France and, shortly after that,
Italy. I will have to start anew again, but this time I know what to expect. I’m
not going to lie, it will be a challenge. A different country. A different
language. But a similar situation. Now I have an experience to compare it with
and I can learn from my mistakes and improve each time I have to start from
scratch.
Loneliness
is a great teacher, bitter as it might be at times. I have discovered who I am
and learnt to love myself more by being on my own. Through the challenges,
experiences, acquaintances and friendships each new destination offers, you unravel
yourself a bit more. And you learn to love and shape and care for yourself. And
take the responsibility of becoming who you want to be. The same thing happens
with the place; you end up leaving a piece of your heart in each location,
which inevitably becomes your second home.
I find this
quite bizarre. You build yourself a life in the place you live; you mould it (or
does it mould you?) until it becomes your home for the time being. It becomes
your home away from home, until you have to leave it for a new place that will
also eventually become your home. And so you build a mosaic of spots around the
globe where you feel comfortable in. Where you are happy, you feel safe, you know
your way around, you have friends and family, you gather memories that’ll last
you a lifetime. And eventually you have to leave again. Because youth is short
and you want to make the most of it. But leaving home – whichever home that is;
your second, third, fourth…- is hard. Just like the first time. Every single
time you have to leave it is bittersweet – sadness for leaving, but excitement
for what lies ahead.
I will move
to France in a couple of weeks. I hope it will become my home. For a while. And
then I will move on to my next destination. Because now is the time to explore, there will be time to settle down later.
Llevo queriendo escribir sobre viajar y sentirse en casa ya un
tiempo.
Vengo de una isla muy pequeña donde todo el mundo conoce a
todo el mundo. Rodeada de mar, visible desde casi cada punto de la isla; un
gran horizonte de agua – una prisión o una promesa. Si quieres marcharte,
tienes que coger un barco o un avión. No hay trenes porque el sitio es tan
pequeño. Sin embargo, el viaje en coche al sur de la isla se hace eterno para
los que nunca se han ido y no tienen nada con qué compararlo.
Me considero muy afortunada por haber podido visitar tantos
lugares en mis 19 años de vida. He viajado por Europa y recuerdo claramente la
emoción al dejar atrás el continente por primera vez, cuando fui a la India
hace tantos años. Doy las gracias por esta oportunidad – la de probar un
pequeño bocado de nuevas culturas y estilos de vida. Al encararme con las
diferencias, he aprendido a apreciar la cultura propia incluso más. Y también
me ha ayudado a poner las cosas en perspectiva. Conducir al sur de la isla es
ahora un paseo en comparación a conducir por Francia. Coger el barco a la isla
vecina no es nada en comparación a tener que hacer trasbordo en un aeropuerto o
una estación de tren – horas de viaje. Las distancias se vuelven relativas.
Hasta ahora he vivido en el extranjero durante dos años.
Pronto me iré a Francia y, poco después, a Italia. Tendré que empezar desde cero
de nuevo, pero esta vez sé qué esperar. No voy a mentir, será un desafío. Un
país nuevo. Un idioma nuevo. Pero una situación parecida. Ahora tengo una
experiencia con la que comparar y aprender de mis errores y mejorar cada vez
que empiece de cero.
La soledad es una buena maestra, aun siendo a veces amarga.
He descubierto quién soy y he aprendido a quererme un poco más estando sola. A
través de los retos, las experiencias, los conocidos y las amistades que ofrece
cada nuevo destino, descubres un poco más de ti mismo. Aprendes a amarte, a
darte forma y a cuidarte. Y a tomar la responsabilidad de convertirte en quien
quieres ser. Lo mismo ocurre con el lugar; acabas dejando un pedacito de tu
corazón en cada sitio, que inevitablemente se vuelve tu segundo hogar.
Esto me parece algo extraño. Te construyes una vida en el
lugar donde vives; lo moldeas (¿o te moldea a ti?) hasta que se vuelve tu hogar
por el momento. Se convierte en tu casa lejos de casa, hasta que tienes que
abandonarla por un lugar nuevo que también se convertirá en tu casa con el paso
del tiempo. Y, así, construyes un mosaico de lugares donde te sientes a gusto.
Donde eres feliz, donde te sientes seguro, donde sabes tu camino, donde tienes
amigos y familia, donde creas recuerdos que te durarán toda la vida. Y luego
tienes que marcharte de nuevo. Porque la juventud es corta y quieres
aprovecharla al máximo. Pero irte de casa – sea cual sea; tu primer hogar, el
segundo, el tercero…- es difícil. Como lo fue la primera vez. Cada vez que te
marchas es agridulce – tristeza por irte, pero emoción por lo que te espera en
tu nuevo destino.
Me mudo a Francia en unas semanas. Espero que se convierta
en mi hogar. Por un tiempo. Y luego me iré a mi siguiente destino. Porque ahora es el momento de explorar, ya habrá tiempo de
echar raíces más tarde.